domingo, 1 de mayo de 2011

Mi única enfermedad

De niña me vacunaron contra todas las enfermedades, hoy ya un poco más grande, me entero de que siempre faltó una.
Aunque quiera, no culpo a mis padres, pero alguien se tiene que hacer responsable de mi actual padecimiento.
Al parecer, el veneno es la única cura a esto que me ha hecho perder la cordura y que muchos llaman Enamoramiento.
Cómo es posible que los médicos con todo y su ciencia no puedan controlar el mariposeo estomacal, que cada vez que te sientas a mi lado, se vuelve tan fuerte que hasta se me dificulta respirar. Entre otros síntomas están los drásticos cambios de ánimo, el delirio cada vez que veo la luna, las sonrisas sin razón alguna y el insomnio producido por pensamientos, en su mayoría sin sentidos, dedicados a ti.
Déjame decirte, es un abuso de tú parte que te hayas metido de esa manera en mi vida. Yo estaba muy tranquila antes de que empezaras a rondar por aquí.
Tan tonta yo, que no notaba que cada vez que me mirabas de a poco me hechizabas.
Todo se puso más difícil en el momento que entre la oscuridad y el silencio hubo un beso.
 Sí, fuimos nosotros, los dos. No te hagas el pendejo, estás muy grande para eso.
Después de que se repitió muchas veces la misma escena en pocos minutos fue que empecé a entender que el silencio se mide en besos.
Y por si no fuese suficiente eso, la parte más complicada ahora es que se aproximaba.
Me tocaba decirles a mi mente y corazón lo que pasaba, aunque a mi nadie me lo explicaba.
Así comenzó una historia que todavía no termina.
Muchos me dicen que para acabar con esto necesito nada más un poquito de lógica y buscar a otra persona de quien me pueda enamorar.
Lo que ellos no saben es que de esto no me quiero curar.
Y si me toca elegir mi muerte, sin dudarlo moriría por ti: mi única enfermedad.

Frange Cruces*

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